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IV. Dios y el Diablo... ¿O Ninguno?

 

                                                                            

  • ¿Existe Dios?

  • ¿Existe el Diablo?

  • ¿Tiene alguna ventaja el creer en Dios?

  • Si Dios existe, ¿por qué ha permitido tanto mal y tantos daños en el mundo?

  • ¿Existe vida después de la muerte del cuerpo?

 

Estas preguntas nos inducen a pensar si debemos creer en Dios y el Diablo, y más aún, si realmente existen. Consulte la palabra Aleph para este capítulo, en el glosario. Cada fenómeno de la realidad se presenta frente a su opuesto. La dialéctica explicó que si hay algo alto, tiene que haber algo que sea bajo; si existe algo feo existe también algo bonito; etcétera. Pero, en el caso del par bueno-malo, es posible distinguir que no se trata de una dualidad, sino que el mal es sólo la ausencia del bien. El bien se manifiesta por un abanico de virtudes o valores, entre los que se encuentran la justicia, el amor, la estética, la conservación de la unidad, etc. La ausencia de virtudes permite que el mal se manifieste. Sin embargo, así como hay arriba y abajo, o luz y oscuridad, también es imposible suponer que existe Dios y al mismo tiempo negar la existencia del Diablo, o a la inversa. Usted no puede tener un paraíso celestial sin un infierno. El infierno es contraste y mantenimiento del Cielo, porque por las malas obras se hacen evidentes las virtudes. Conceptualmente, todo provino de Dios, incluso el Diablo, porque Dios es el supremo creador de todo. Pero, es aquí donde comienzan las confusiones y malas interpretaciones.

 

Dios no se propuso crear al Diablo, sino que su deseo siempre ha sido crear todos los seres que el infinito y la Eternidad permiten, es decir, sin límites. También se propuso que estos seres fueran libres, con capacidades autónomas, para que pudieran expresar su auténtica voluntad de forma particular. Y para contrarrestar la ignorancia de los recién creados, les dio una consciencia y una intuición, a través de las cuales Él les "hablaría", para mostrarles siempre el camino correcto de ser y de hacer, hasta que acumularan la suficiente experiencia y conocimiento para tomar decisiones responsables. Pero, este plan de Dios se desvirtuó apenas alcanzó el hombre la conciencia de sí mismo, porque de inmediato Adán y Eva decidieron desoír a su Señor, y tomar otra opción, propuesta por alguien más, que ni siquiera conocían: el Diablo. Y esa actitud le costó la paz y la tranquilidad a la humanidad.

 

El Diablo fue un "Adán" más antiguo que el de nuestra civilización, que por su propio deseo cambió su naturaleza humana para ser el demonio: decidió erigirse con orgullo como un nuevo dios, según él mejor que Dios original, y se sintió con el poder suficiente para sustituir al Todopoderoso y dominarlo todo. Eligió que su libertad sería aun mayor, es decir, no solo una libertad potencial con la que todos nacimos, para expresar voluntad propia a partir de las circunstancias en las que Dios nos ha ubicado en este mundo, sino también para elegir las circunstancias mismas de su existencia local. Y por eso, en su rebeldía pretendió cambiar la estructura jerárquica y eliminar al ser humano de la Creación, para lo cual primero tenía que convencer a Adán y Eva y hacerlos caer bajo su poder. De sobra sabemos que ellos fueron convencidos fácilmente por la "serpiente". Pero a pesar de todo, Dios mantiene su intención de permitir el libre albedrío, al grado que en vez de combatir al Demonio, lo ha utilizado para alcanzar sus propósitos originales, y mostrar a los hombres el camino a la Verdad.

 

De sobra hemos oído la historia de Eva y Adán, relatada en el Génesis bíblico. Son figuras que se han convertido en arquetipos en el inconsciente colectivo de la humanidad. La manera como las personas han interpretado estas figuras antiquísimas en su consciencia tiene mucho que ver con la paz o el infortunio y desasosiego espiritual que están experimentando en su pensamiento y vida interior. Porque son cosas que tienen enorme fuerza en la psique humana, y han modificado nuestra realidad física de modo muy profundo, y no estamos conscientes de ello porque estamos acostumbrados a que ocurran cosas buenas y malas cotidianamente, y creemos que esa es la única forma que puede adoptar la realidad. Y ese es el error más grande, del cual ni siquiera sospechamos. Pero, existe la posibilidad de que lo cotidiano sea principalmente bueno para todos y hasta mágico.

 

El concepto de Dios todos lo tenemos. El problema es que el hombre se ha complicado la vida, y en vez de aceptar lo que le dice su intuición, le da la razón a sus cinco sentidos y lo que experimentan, y por eso rechaza la idea de Dios y el Diablo en su más pura y natural concepción. Si usted, amigo lector, necesita pruebas de la existencia de Dios o definitivamente lo ha rechazado, entonces necesita examinarse así mismo sobre por qué mentalmente no lo acepta, siendo un concepto "grabado con fuego" en nuestra consciencia. Existen muchas pruebas a favor y pruebas en contra de la existencia de Dios y del Diablo, publicadas ampliamente, pero todas ellas son rebatibles. Las personas que han creado esos documentos probatorios querían, primero que nada, convencerse a sí mismas de que su capacidad de raciocinio puede sostener las ideas de lo que quieren creer, sea o no la verdad. Y no se dan cuenta que están siguiendo una línea de pensamiento que de principio no es correcta.

 

Porque sepa, amigo lector, que la realidad divina es tan diferente de la realidad física, que escapa completamente a lo que estamos acostumbrados a pensar e imaginar. Sabemos que "fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios". Es como si usted pusiera frente a un espejo una vela encendida, y luego en frente de ese espejo pusiera otro. Así, tendría el reflejo de la flama, y también el reflejo del reflejo de la flama multiplicado al infinito. La flama original viene a ser el espíritu, su primer reflejo es el alma y los reflejos del reflejo son los cuerpos físicos. Pero las imágenes en el espejo tienen distorsiones que las aleja considerablemente de las características del objeto original. Además, la imagen no es cálida ni impredecible, pero sí el original. Los espíritus son la luz del mundo, y no hay una verdadera separación entre ellos, sino que forman parte de un solo espíritu. La realidad física es sólo una imagen distorsionada de la verdadera realidad, que es el espíritu.

 

Dios ha establecido en su plan que el hombre tenga libre albedrío y con posibilidad de que sus deseos se hagan realidad. Así que, para aquel que Dios no existe, literalmente no habrá Dios para él, con todo y sus consecuencias, que involucra el hecho de que tendrá menos grados de libertad que un creyente, aunque usted no lo crea. Y para aquel que no cree en el Diablo, el Maligno aprovechará las confusiones que haya en su mente para convencerlo de que lo único real es lo que puede ver y tocar, porque el Diablo no es una entidad confiable, es el Padre del Engaño y la Apariencia, lo que llevará al hombre a la desidia o dejarse llevar por las falsas esperanzas de este mundo solamente, mientras el mal continúa haciendo de las suyas por todas partes.

 

En cambio, para quien Dios es real, existe el milagro, y el milagro opera cotidianamente para esa persona, pues sus sentidos percibirán pequeños milagros desde un maravilloso amanecer, hasta un inesperado éxito en el trabajo, y aun los males que sufra en su vida le conducirán hacia bienes mayores, y conservará en su ser la esperanza de una vida eterna y la tranquilidad en esta vida, sabiendo que es protegido del Señor y que le proveerá de lo necesario cuando las posibilidades estén en su contra. Este cambio de actitud es ya un milagro, que conducirá a otros mayores. Esa es la naturaleza de la magia. Aquel que no tiene a Dios, le podrá ir bien o mal en su vida, pero interiormente vivirá sin esperanzas a largo plazo, con la amargura de ver su vida reducida al hoy solamente. Existe un apoyo científico que asegura que el poder de la mente puede hacer milagros en nuestra vida. Entérese de lo que dice la Paradoja EPR, en el glosario, que fue establecida por Albert Einstein y sus colegas. Bien dicen que el infierno y el Cielo surgen dentro de nuestras propias mentes y las proyectamos a la realidad con lo que la modificamos.

 

Para aquel que tiene la duda en su corazón, y debe buscar la respuesta a las preguntas trascendentales, tiene que hacerlo en paz, sin ningún sentimiento adverso de dolor, coraje o animadversión. Porque tales sentimientos hacen imposible que la voz del espíritu se haga presente en la consciencia. Póngase en paz primero con los demás y con usted mismo. Ejerza su libertad, lo cual solo es posible si no es esclavo de sentimientos que lo dominen. Para muchos, esto puede ser muy difícil de controlar, pues primero se debe tener el valor suficiente de admitir que se es esclavo del alcohol, de las drogas, de la violencia, del dinero o de un sinfín de pasiones, aficiones u obsesiones terrenales que le limitan. ¿Cómo puede una persona ser auténtica, si solo persigue lo que embrutece, destruye o enajena?

 

Cuando ya esté en paz, enfoque en su mente el deseo libre de su corazón, cómo le gustaría que fuera todo, sin olvidarse jamás que el bienestar de los demás es lo único que apoyará el suyo, y eso le llevará hacia su propia realización. Si sus acciones no van a favorecer de algún modo el bienestar y desarrollo de los demás, su camino está equivocado. Además analice: ¿hay alguna ventaja en mi vida si creo en Dios y la vida eterna que prometió, o es mayor la ventaja si no creo en Él? ¿El hecho de que yo no crea me garantiza que realmente no hay nada más, o quizá sólo me estoy excluyendo voluntariamente de la Gracia de Dios? Si la decisión de no creer se debe a las cosas malas que a diario suceden en el mundo, o porque científicamente no es comprobable y es inaceptable a la mente racional, considere los siguientes puntos:

 

  • En la actualidad hay mucha confusión, pero no se engañe, gran parte de la gente no está confusa y ha tomado su decisión, consciente de las repercusiones, aunque no le gusten. El Diablo mismo conoce la verdad, y le conviene que estemos confusos en todo caso, para convencernos que no existe Dios o él mismo, para que primeramente hagamos nuestra egoísta voluntad.

  • La ciencia tiene límites bien conocidos, y no puede aceptar nada que no sea científicamente comprobable, pero todos sabemos que la vida tiene multitud de situaciones no comprobables, y más cuando se trata de algo tan grande y trascendental, que escapa a la vista, el olfato o el tacto. Así que, no podemos confiar a la ciencia una decisión de la naturaleza que estamos tratando.

  • Existen pruebas documentadas que nos explican que un ser humano tiene muchas más ventajas si cree en Dios y sigue sus preceptos que si no cree. Las ventajas están, no tanto en el desempeño de su vida, sino en el hecho de ser feliz, conforme y en paz consigo mismo y con los demás. En otras palabras, hay una diferencia en calidad de vida, la cual no se mide solo por la cantidad de dinero que se tenga, ni por los bienes que se posean o por el éxito que se tenga. Hay millonarios y artistas de fama mundial que se suicidan, en medio de su depresión. Esta prueba debería ser suficiente por sí misma para convencernos de cuál debería ser la aceptación más natural e inteligente.

  • Hay tiempo para todo, tiempo para nacer, para desarrollarse, para cometer errores y aprender, para recapacitar, para el éxito, para el fracaso, y para morir. Es decir, toda la historia de la humanidad se desenvuelve en ciclos, que repiten los mismos momentos, pero en diferentes épocas. Es la . Y la Biblia nos enseña que ha habido tiempos de escuchar a Dios, de seguir sus indicaciones o de desoírlas, en que la voluntad de los hombres ha llevado a la guerra y al abuso de unos con otros. Y tiempos de castigo, donde la sustituye toda consideración, y hace al hombre pagar por sus errores de manera total y definitiva. Así, ocurrió el Diluvio, luego en tiempos posteriores al éxodo cuando los israelitas combatieron a los filisteos y otros grupos que fueron destruidos, porque habían desobedecido a Dios por generaciones. Después ha venido el tiempo de la paciencia de Dios, que ya ha durado más de 2000 años, que corresponden a nuestra época. Pero ya viene el Apocalipsis, donde nuevamente se castigará toda iniquidad. La historia tiene sus tiempos, no es que Dios permita el mal comportamiento por largos períodos, sino que es muy paciente y nos espera para que reflexionemos sobre nuestros errores y nos arrepintamos; pero este tiempo está limitado y se va a terminar repentinamente, cuando menos lo esperemos. Nadie conoce el día.

 

El proceso cíclico de la historia es una ley natural, implícita en la materia y la psique. Todo sistema, vivo o no, tiene tiempos de consolidación, de crecimiento y desarrollo, tiempos de problemas difíciles, de decadencia, de destrucción y renovación. Las destrucciones periódicas son en realidad momentos de depuración, que le permite al sistema deshacerse de todo aquello que ya no funciona, para que pueda transformarse y así sobreviva y siga experimentando y progresando. Cuando hablamos de civilizaciones, la duración de cada una de estas épocas puede ser muy prolongada, pero ciertamente se cumplirán. Entonces, si vemos que el sistema actual social, político, religioso y económico, se encuentra hace tiempo en decadencia y que ya no responde a las necesidades de las mayorías, tenemos que prepararnos para el gran cambio que vendrá, y es lo que ha querido expresarnos el Apocalipsis. Las normas de la sociedad actual ya no son sostenibles. Y no podemos esperar que los intereses creados permitan que se produzcan los cambios que son tan necesarios; cuando mucho las instituciones solo modificarán algunas cosas para retrasar lo inevitable. El sistema mundial de la sociedad se ha anquilosado. El macrosistema físico, del que la Tierra es miembro, va a deshacerse de todo lo que le estorba, para que la evolución continúe sanamente, muy a pesar nuestro, y nada podemos hacer para evitarlo.

 

¿De qué le sirve al hombre rico tener tantas posesiones si las preocupaciones no cesan a ninguna hora, y acaba muriendo por un infarto al miocardio? ¿De qué le sirve al pobre seguir en la mendicidad o la mediocridad o el crimen y la perdición? El no creer en Dios sólo fomenta este estado de desesperanza y de violencia. El único camino viable es confiar en Dios, que nos acercará cada vez más a la verdadera libertad. Podemos descargar todas nuestras preocupaciones personales en Él. Dios es la única persona totalmente confiable, en quien podemos descargar todo aquello que nos es imposible remediar. Podemos estar seguros que Dios se hará cargo y desvanecerá nuestros problemas. Pero, para eso, debemos aceptarlo en nuestras vidas, confiar en Él plenamente y seguir su código de justicia con convencimiento. El creer en Él quizá no nos permita todo lo que quisiéramos, por las restricciones actuales de la sociedad y de nuestras condiciones personales que pueden estar muy minadas; el mundo ha sido dañado desde hace mucho tiempo. Pero, al menos nunca nos faltará nada, y viviremos en paz con el mundo y con nosotros mismos, y nos aguardará la vida eterna, por gracia de Dios.

 

Si persistimos en no creer en Dios por la maldad que se ha ensañado en la gente pacífica, y que guerras atroces suceden en todo el mundo, y también catástrofes naturales, como los terremotos, y que "Dios ha permitido" todo eso, consideremos lo siguiente: ¿No es verdad que la gente misma tiene la culpa de lo que pasa, por sus malas acciones y por lo que proyecta al mundo? ¿Acaso la humanidad se ha portado lo suficientemente bien para que merezcamos la protección de Dios? ¿Acaso confiamos y obedecemos a Dios como para que Él nos exima de toda catástrofe e imponderables en nuestra vida? La física cuántica y la psicología han llegado a establecer que la fe optimista de buenos deseos y acciones pueden cambiar la historia y las malas tendencias que enfrenta la humanidad. Es posible cambiar sutil y continuamente las energías ambientales negativas que nos rodean, si desde nuestras mentes formulamos y creemos en un mundo maravilloso y lo proyectamos con esfuerzos y con oraciones concertadas por grupos, continuamente. Pero, si nos dejamos influir por lo que ocurre a nuestro alrededor, donde lo más frecuente son las malas noticias y la corrupción, albergaremos el pesimismo en nuestro corazón, ¿de dónde va a sacar fuerzas suficientes nuestra mente para tener esperanzas y fe de un futuro venturoso para nuestros hijos? Los milagros no deberían ser eventos extraordinarios, sino comunes. Solo Dios puede darnos la fuerza que necesitamos para soportar y cambiar al mundo.

 

Hay pruebas de la existencia de Dios que están a la vista de cualquiera, pero estamos demasiado ensimismados en nuestras vidas para darnos cuenta. Al margen de las pruebas que hay publicadas por doquier, queremos hacer evidentes los siguientes puntos sobresalientes:

 

  1. Hay verdades tan grandes y universales, que deben aceptarse como son, porque en ellas no tenemos la capacidad de ser jueces, debido a nuestra muy pequeña experiencia acumulada como civilización. Pero, hay personas que aprovechando su fama se pronuncian contra verdades eternas, sin percibir su enorme ignorancia. Hay genios de las ciencias exactas y genios del arte, así también hay genios sobre los temas espirituales que son los profetas, quienes han hablado abundantemente, y sus palabras están en la Biblia. Por ejemplo, una persona puede ser un genio en biología pero un tonto rematado en arte. Nadie es un genio fuera de su campo de especialidad. Un genio en la física, como Stephen Hawking, es una autoridad innegable en su materia, pero su opinión en temas teológicos carece totalmente de validez. Porque la ciencia tiene sus límites, más allá de los cuales no puede andar sola sin equivocarse. Si escuchamos a nuestros grandes científicos, ¿por qué no escuchamos también a los hombres que destacaron en cuestiones religiosas desde la antigüedad? ¿Cuánto de la Biblia ha leído usted, como para poder basar firmemente sus opiniones? ¿Ha escuchado a los grandes estudiosos de la Biblia, como Henry Matthew? No debemos rechazar algo solo por opiniones preconcebidas o por lo que nos han dicho, sobre todo cuando se trata de algo tan trascendental. Mejor acuda a los expertos.

  2. Los científicos han establecido actualmente que el Universo tuvo un principio, que fue el Big Bang, un evento catastrófico, a partir del cual se formó la materia. Pero, si el Universo tuvo un principio, ¿qué hubo antes de éste? Algunos opinan que la materia ha existido siempre, otros que desaparece periódicamente, y después vuelve a aparecer en otro nuevo Big Bang. Pero, ¿quien mantiene esos ritmos, como un macro-sistema, sin desvirtuarse jamás? La ciencia no está capacitada para comprender la existencia de un principio que sea causa sin causa. Preguntas como ésta nos hacen reconocer que hay algo inmenso más allá y que no alcanzamos a comprender del todo, y arrogantemente criticamos las acciones de Dios y no reconocemos que los errores de la humanidad han corrompido la belleza que debió existir originalmente. La ciencia no puede retroceder más allá del Big Bang ni en su imaginación, cuando aún no existía la gravedad y el electromagnetismo. En tal estado, la ciencia oficial enmudece, ¿cómo puede entonces opinar sobre tan gran misterio original? La única manera en que podría incursionar la ciencia en el campo espiritual es que se acompañase de otros paradigmas, como el de la filosofía, el arte y la teología. Hoy en día, los primeros pasos en ese sentido ya los están dando algunos investigadores.

  3. La ciencia física y la ley de probabilidades nos muestran que a partir de las condiciones iniciales, tras el Big Bang, no había posibilidad alguna de que nosotros los humanos apareciéramos en la escena de la creación, ni siquiera de que existieran planetas. También, la biología y la estadística nos explican que las probabilidades de que apareciera vida inteligente, tomando en cuenta las condiciones iniciales de la Tierra hace más de 3,000 millones de años era también nula. ¿Mediante qué artilugios cambiaron las condiciones tan radicalmente que permitieron lo imposible? ¿Qué o quién puede sostener este constante cambio tan maravillosamente bien sintonizado y que nunca falla? No se sabe a ciencia cierta cómo apareció la primera molécula genética, el ADN primitivo. Pero una vez que apareció, los seres vivos no solo se multiplicaron, sino que surgió la más grande variedad de ellos, mucho más rápido de lo que tardaron los astros en aparecer. De manera que, todo provino al principio de una pequeña porción de información, la cual se hizo compleja cada vez más rápido ¿Pero, de dónde vino la información inicial, necesaria para la formación, estabilidad y evolución del Universo? Y más aún, ¿de dónde proviene la capacidad organizativa de la materia?

  4. A primera vista pareciera que no hay conexión posible entre la ciencia y la teología, pero no es así. La lógica sí ha intentado comprender la Eternidad, y lo podemos ver, por ejemplo, en los trabajos de Gregor Waldemar Cantor, matemático alemán. Enunció la teoría de conjuntos infinitos, demostró que el número de puntos en un segmento cualquiera es infinito, igual al número de puntos de una línea infinita, y también en un plano y en cualquier espacio tridimensional. Es decir, todos los conjuntos infinitos tienen el mismo tamaño máximo en puntos o unidades. Expresó que la estructura del Universo está basada en el infinito, reflejado infinito de veces en cada unidad, en cada recta, en cada superficie y en cada volumen. Por extensión, se entiende que cada ser vivo tiene en su interior las esencias de todos los modos de ser, aunque en cada persona sea solo una la que domina y se manifiesta, y es lo que llamamos su carácter o personalidad. El conjunto de todo nos lleva a la sumatoria de infinitos, que describe la existencia del punto más allá del Infinito, que llamó Aleph, el infinito de infinitos. Al hablar del Aleph, Cantor explicó que no es concebible por la mente humana, porque rebasa la lógica convencional, y es el atributo de Dios. El Aleph se presenta en todas las series al mismo tiempo, desde el nivel infinitesimal dentro del átomo, hasta el macro-volumen que abarca todo el Universo. Dentro de nuestra mente está el Aleph, y de nuestra sensibilidad y experiencia depende el percibirlo. El infinito absoluto es un infinito que trasciende los números transfinitos, y es inalcanzable por inconcebible. Escribió después artículos religiosos sobre el tema. La comunidad científica de su tiempo se negó a escucharlo. Pero por estas matemáticas entendemos que no hay nada en el Universo que esté aislado o separado de lo demás, sino que todo está finamente entretejido. Todas las cosas forman parte integral de todo, el Todo afecta a las partes, y las partes se afectan irremediablemente entre sí, a través del Todo. Aunque esta es una manera demasiado mecanicista de conceptualizar a Dios, por aquí podemos empezar a comprenderlo.

  5. El ateísmo se ha centrado en decir que la materia ha existido siempre, es decir, que no fue creada. El problema empieza porque no hemos comprendido ni siquiera lo que significa creación y existencia. Crear significa producir algo que no existía anteriormente, es una acción. Pero para crear algo, se necesitan unos ingredientes, porque tenemos que partir de algo más simple. Es decir, la Creación no puede partir de la Nada, porque la Nada no puede producir ninguna cosa; eso es categórico y exacto como las matemáticas. Toda creación tiene un origen y un final, porque todo cambia y se transforma. Y si al principio algo fue creado, entonces Dios existía desde siempre, porque es la fuente única de los ingredientes para formar la materia, cualesquiera que sean. En comparación, existir es solo permanecer, que puede ser sin transformaciones ni cambios. El número Aleph debe contener las leyes de oro eternas e imperecederas. Así, la esencia de Dios es lo único que permanece sin cambios, y es lo que justifica y asegura que la materia pueda desaparecer y reaparecer cíclicamente, como bien lo expresaron los sabios de la antigua India.

  6. La idea de Dios es intuitiva. Dios ha grabado en nuestra mente inconsciente la certidumbre de su existencia, para que lo busquemos y lo "escuchemos" desde nuestro interior. La idea original fue tan clara que no se cuestionaba su existencia. Pero, muchas personas se han "endurecido" tanto que ya no lo escuchan. Esta concepción no tiene nada que ver con las religiones, organizadas por el hombre. En nuestra costumbre de racionalizarlo todo, muchos han rechazado lo más fundamental de la vida. En ese sentido, la ciencia ha perdido la piedra angular, aquello que fundamenta todo lo demás, porque se encuentra más allá de lo verificable. "La piedra que desecharon los constructores ha venido a ser la piedra angular." (Mateo 21:42). La piedra angular de construcción del Universo es previa a la materia y anterior al concepto del espacio y tiempo. El espíritu y el alma fueron primero. Las verdades humanas y lo que pretendemos saber sobre Dios son basura, comparada con la inconmensurable Verdad Absoluta. Seamos humildes y aceptemos nuestra ignorancia, para poder entender y aprender como niños las verdades eternas.

 

Comparemos al Universo con un disco duro que va acumulando información a lo largo de su vida. Dios es el número Aleph, que aparece en todas y cada una de las series, que representa compactadamente la reunión de todo, como una especie de directorio raíz del disco duro, que respalda toda la información existente. La manifestación de Dios es su Creación, que es como un reflejo en infinitos espejos entre sí, en donde las copias son imágenes que presentan pequeñas distorsiones o aplicaciones temporales y locales, que en conjunto son un fractal holográfico en evolución. Nuestro cuerpo físico sólo es sombra del espíritu, de Él provenimos y a Él debemos volver. Pero, en la Tierra el hombre es trino en su constitución, a imagen de Dios. Porque Dios también es trino en su manifestación: el Padre, el Espíritu Santo y el Hijo (el Creador) son la fuente de nuestro espíritu, alma y cuerpo respectivamente. Y cuando todo vuelva al Padre, nuestras acciones hablarán por nosotros. Y ¿con qué productos volveremos a Él? Eso depende de nosotros, de lo que hagamos con esta vida temporal. Y lo que hayamos hecho determinará la vida que tendremos en el mundo espiritual.

 

Amigo lector, si usted no cree en Dios ni en la vida después de la muerte, siga esta sencilla línea de razonamiento: Si al final de la vida resultara que se equivocó y en realidad sí existe Dios y la vida eterna, entonces ¿qué podrá hacer? Se verá de pronto en la más completa desventaja, en un mundo extraño y desconocido. En cambio, si acepta humildemente creer con auténtica fe y resulta que después de la muerte no hay nada, no tendrá nada que perder, porque no sentirá nada ni habrá nadie de testigo para criticarlo. Finalmente, considere que en la actualidad el hombre es todavía bastante ignorante de la realidad total, y solamente está seguro de lo que le muestran sus sentidos. Y guiarse sólo por los sentidos y por lo que la ciencia dice es como el ciego de nacimiento, que a falta de ojos tiene que explorar con las manos lo que hay delante, pero no tiene ni idea de cómo se verá el mundo.

 

El hombre prudente conoce que lo que ignora es mucho más que lo que sabe. Si nos parece maravillosa la naturaleza del Universo y todo lo que contiene, cuánto más nos impresionará lo más inefable de Dios, que ningún ojo humano ha visto, y que ni con la imaginación las alcanzamos. La noticia de existencia de ese mundo desconocido ha llegado a nuestros oídos porque hay personas lo suficientemente sensibles para percibir las cosas invisibles cuando están en estados alterados de consciencia, y frecuentemente no pueden expresar con palabras la inconmensurable verdad, porque quedan anonadadas.

 

Eternidad es tiempo sin fin, suficiente para que todo lo imaginable e inimaginable se presente. La vida es recurrente y volveremos a ella. Todas las promesas de Dios se cumplirán, tarde o temprano. Porque si en alguien podemos confiar es en Dios, que es fiel a su palabra y nunca cambia. Pero, no podemos confiar en nosotros mismos, porque somos débiles a la tentación y muy seguido no somos fieles ni a nosotros mismos.

 

 

Dios ha prometido que, si se tiene fe del tamaño de un grano de mostaza (la semilla más pequeña que existe), se cumplirán todos nuestros más caros deseos si no contravienen los de los demás, tendremos una vida tranquila, nos librará de lo malo y nunca nos faltaría nada en esta vida. La condición fundamental de la fe cristiana es creer que en tu interior y en el interior de toda persona, está la semilla de Eternidad, el Aleph, que ya hemos mostrado que es una realidad irrebatible. Y para activar el Aleph dentro de uno es necesario creer fervientemente que la divinidad creadora se encarnó como ser humano en Jesucristo, para mostrar que Él es capaz de humillarse a sí mismo al someterse a las penalidades de esta vida, para enseñarnos el comportamiento apropiado, para darnos la oportunidad de ser perdonados por todas nuestras faltas, ya que por nuestra condición humana, no merecíamos la vida eterna. Lo hizo porque no hay imposibles para Él, por amor a nosotros y porque ha querido que todos tengamos la oportunidad de conocer la verdad y de alcanzar la vida eterna. Dios en su actuación ejerce los valores universales que emanan de Él, que son lo que caracteriza su presencia.

 

El abrazar fervientemente esta creencia con arrepentimiento nos eximirá de todo castigo y volveremos a tener vida, y una vida de calidad por la eternidad. Pero tenemos que creer no como un supuesto, sino como algo que es más real y universal que lo que ven nuestros ojos. Debe ser un convencimiento absoluto y total, que nos lleve a querer aplicar las enseñanzas de Dios en nuestra vida, principalmente lo que dicen los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. Jesús no vino a fundar religiones, sino a establecer su ley y una promesa de vida eterna, enfocada a través de un propósito personal de realización en esta vida, que mejore la condición del propio individuo y del prójimo.

 

Analízate: ¿De qué tamaño es tu fe? Con fe ningún obstáculo te detendrá. Pero, el que no tiene fe en Dios ¡cuán difícil le será adquirirla, cuando de corazón ha decidido no creer y acepta sólo lo que ve! Porque estas decisiones sólo dependen de la voluntad propia. La religión en el pasado obligó a la gente a creer en Jesucristo, mediante el terror y bajo amenazas. Pero Dios no obliga a nadie de ningún modo. Por eso nos dio libertad de decidir nuestros pasos, y tiempo suficiente para arrepentirnos de nuestros errores, porque todo tiene consecuencias.

 

Existe mucha información, derivada de los textos originales de la Biblia, cuyas traducciones y reproducciones válidas van desde la versión de Los Setenta a la Biblia Internacional. En estos textos se aclara que Dios es fiel para quien cree en Él y permanece en sus mandamientos, pero por la dureza de corazón, la desinformación y la rebeldía de muchos, hacen dudar a los creyentes, y eso ha degradado el ambiente que debería haber de edificación y confianza, y ha degenerado en daños, enfermedades, mala suerte y catástrofes. Aún así, hay quien le va muy bien en su vida y negocios, ya sea por influencias, por riquezas o "buena suerte", pero sus logros se quedarán solamente en este mundo perecedero, y de nada les servirá en la vida siguiente.

 

El mecanismo regulatorio y de auto-control del sistema Multiverso, que llamamos Mente Cósmica, es donde Dios ha establecido su ley para que se cumpla, para mantener sana a la Creación y en progreso constante. El hombre no es el amo de la Naturaleza, sino que forma parte de ella, y como miembro debe conocer sus leyes y acatarlas, o esperar que el día de su destrucción llegue, y puede ocurrir antes de lo esperado. Los efectos de retribución de este mecanismo sobre abusos cometidos son implacables, pero tienen su debido tiempo de depuración. El mundo de hoy no conoce la Ira del Señor, pero ya hay señales que indican que el tiempo de la paciencia de Dios está por terminar, relatado en Apocalipsis. Por ejemplo, hay muchas películas que hablan de futuros catastróficos. ¿Por qué estarán de moda? Estamos en la era de la información, entonces usémosla a nuestro favor. Pero, es necesario diferenciar la verdad de la mentira, porque no toda la información que corre por Internet es verdadera, alguna está falseada o son verdades a medias. Necesitamos un largo camino de estudio y meditación, y de aprender de los expertos que saben sobre los diferentes temas. Hay que hacerlo mientras aun quede tiempo.

 

Si ciencia y religión hablan sobre tiempos apocalípticos, bajo perspectivas diversas, ¿por qué no prestar atención sobre el aviso de que se avecinan tiempos críticos? Dios ha permitido hasta hoy que el mal se posesione de la Tierra, pero hay un límite de espera, y una vez superado, ya no habrá forma de arrepentirse y salvarse. Los acontecimientos de hoy en día anuncian con claridad que el tiempo de depuración del macrosistema está muy cerca. La sociedad tendrá que cambiar por completo para poder sobrevivir, ya sea por voluntad propia o a través de una gran catástrofe. Y entonces sí, todo en el mundo tendrá que "marchar como Dios manda".

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